La felicidad

24.03.2013 20:47

La felicidad es un arte. Y a medida que se profundiza en la práctica de este arte, y nos hacemos más hábiles, la podemos hacer más consistente, duradera, y menos vulnerable a las vicisitudes externas.
No nos enseñan este arte, entre muchas otras causas, porque las personas felices consumen menos, no necesitan líderes que los gobiernen, ni ideologías ni revoluciones que les aseguren lo que ya tienen, ni productos que las completen.
La mayoría de nosotros llegamos apenas al nivel de aficionados, logrando ser felices sólo ocasionalmente, y atribuyéndolo a circunstancias externas. Cuando llegamos a la edad adulta, es común que nos hayamos formado una idea de que la felicidad es simplemente eso, un destello que podremos saborear de vez en cuando, si la suerte está de nuestro lado.
No se nos ocurriría ni remotamente la idea de que podemos aprender a ser felices, y llegar a cultivar un estado de felicidad que no dependa de lo que nos pase. Nos han enseñado a entregar la responsabilidad de ser felices a otros: el gobierno, la sociedad, la pareja, el dinero, el azar, alguna concepción mezquina y egoísta de dios, etc.
Si alguna vez nos hemos cruzado con algún experto en felicidad, probablemente hemos pensado que para ser feliz es necesario ser irresponsable. Decimos “es feliz porque no le importa nada, así es fácil…”, y nos quedamos conformes con la idea de que las personas responsables y sensibles no pueden ser felices siempre, excelente argumento que nos preserva de exponernos ante nuestra torpeza y necedad.
Pero la felicidad puede aprenderse. Puede tomarse como una técnica, una ciencia, un arte, una filosofía, no importa cómo se la entienda, siempre que se lo pueda ver como algo en lo que podemos perfeccionarnos, aprender, practicar, evolucionar.
Pero para poder aprender, tal vez sea necesario primero que aceptemos que no nos conocemos tanto como creemos, que no sabemos cómo ser felices aunque nos parezca que si, que lo que hoy creemos necesitar, aunque nos suene personal, íntimo y genuino, es parte de una estrategia de persuasión que nada tiene que ver con nuestra esencia, y no importa mucho si se hizo con buena o mala intención, conciente o inconcientemente, tampoco si es producto de una patología familiar o una conspiración mundial. Lo importante es que nos está impidiendo conocernos, y que lo podemos cambiar ya mismo, sin necesidad de que nada afuera cambie. Sólo necesitamos la humildad para reconocer que hay que comenzar desde cero, que nada sabemos de nosotros y de lo que nos hace felices, y comenzar nuestra búsqueda desde ese lugar, con mente y corazón abiertos.